El riesgo es la probabilidad de que ocurra algún evento desfavorable. En este caso concreto, la probabilidad de que el precio de las acciones disminuya. El inversor asume este riesgo con la esperanza de obtener un rendimiento apreciable.
Una medida de riesgo utilizada para valorar activos es la volatilidad, que es una medida de la variabilidad de las cotizaciones de dicha acción. A mayor variabilidad, mayor volatilidad y, por tanto, habrá un mayor riesgo de caídas de precios y también la posibilidad de alcanzar rentabilidades más altas.
Una acción cuya cotización no tuviera oscilaciones en sus precios, o sea, cuyo precio no sufriera cambios, tendría una volatilidad igual a cero.
El riesgo total de una acción se puede descomponer en riesgo sistémico o riesgo de mercado (deriva de las condiciones macroeconómicas y del entorno) y en riesgo específico (son factores que afectan de forma singular al funcionamiento de la empresa, tales como el nivel de endeudamiento, las expectativas de ventas, el plan estratégico, la regulación, etc.). Con la diversificación de una cartera de acciones se puede reducir el riesgo específico. Para su medición, se calcula la beta de la acción, que explica en qué medida la rentabilidad de una acción y la rentabilidad del mercado bursátil se mueven en consonancia: una beta mayor que 1, por ejemplo, de valor 3, indicaría que, si el índice bursátil aumenta un 1%, la cotización de la acción aumentaría un 3%. También es posible calcular la beta de una cartera de acciones.