El partícipe debe elegir el plan que mejor se adapte a sus circunstancias y preferencias, según el riesgo que esté dispuesto a asumir respecto a la rentabilidad esperada.
Como norma general, los de mayor peso en renta variable están más indicados para aquellas personas con una edad de jubilación muy distante, ya que daría tiempo a compensar posibles minusvalías en el corto y medio plazo, en tanto que los más orientados a la renta fija son más indicados para los últimos años de ahorro, ya que, aunque con menos perspectivas de grandes rentabilidades, también ofrecen una mayor estabilidad del ahorro constituido hasta la fecha.
Para facilitar lo anterior a los partícipes, las entidades financieras ofrecen a sus clientes planes de pensiones en los que el porcentaje entre renta variable y renta fija se modifica conforme transcurre el tiempo, facilitando al partícipe que no tenga que cambiar de modalidad de plan en el transcurso de los años.
Ya que no existe limitación en cuanto al número de planes del que se pueda ser titular, cabe la posibilidad de destinar el esfuerzo de ahorro a una combinación de planes de distintas características. Sí existe, por el contrario, un límite para el importe de las aportaciones anuales a los planes de pensiones.
