En el universo del deporte profesional, los focos suelen centrarse en el éxito, la fama y las cifras astronómicas de contratos publicitarios y sueldos multimillonarios. Sin embargo, existe una cara menos visible —pero igual de real— en la que el dinero, mal gestionado, se convierte en un enemigo silencioso. Uno de los casos más paradigmáticos de esta triste realidad es el de Delonte West, exjugador de la NBA que, tras una carrera prometedora, acabó viviendo en la calle, atrapado por problemas de salud mental y una alarmante falta de planificación financiera.
¿Quién fue Delonte West?
Delonte West nació en 1983 en Washington D.C. y desde muy joven mostró un talento especial para el baloncesto. Tras una destacada etapa universitaria en Saint Joseph’s University, fue seleccionado en el puesto 24 del draft de la NBA en 2004 por los Boston Celtics. Durante su paso por la liga, jugó también para los Seattle SuperSonics, Cleveland Cavaliers —donde compartió equipo con LeBron James— y los Dallas Mavericks.
En total, West ganó aproximadamente 16 millones de dólares en salario a lo largo de su carrera. Pero al poco tiempo de retirarse en 2012, su vida dio un giro radical: problemas de salud mental (fue diagnosticado con trastorno bipolar), adicciones, relaciones familiares fracturadas y decisiones económicas “cuestionables” le llevaron a una situación límite.
¿Cómo llegó hasta ahí?
Las imágenes que comenzaron a circular por redes sociales y medios de comunicación en 2020 mostraban a un Delonte West irreconocible, pidiendo dinero en gasolineras y vagando sin rumbo por las calles. Fue una estampa que sacudió a la opinión pública y, en especial, al entorno del deporte profesional. Y, te estarás preguntando: ¿cómo es posible que alguien que había ganado millones y gozado de fama internacional acabe así?
Parte de la respuesta se encuentra en el desconocimiento o subestimación de la educación financiera. Como ocurre con frecuencia en deportistas de élite —especialmente los más jóvenes—, el ingreso súbito de grandes cantidades de dinero puede conducir a una falsa sensación de abundancia infinita. A eso se suman inversiones poco sensatas, préstamos personales descontrolados, apoyo económico a familiares y amigos, y, por supuesto, la falta de preparación para lo que viene después de colgar las zapatillas.
Educación financiera: el antídoto silencioso
La historia de West es trágica, pero también profundamente aleccionadora. Nos recuerda que la educación financiera no es un lujo, sino una necesidad urgente en todos los ámbitos de la sociedad. En especial en aquellos sectores en los que el dinero llega de golpe y no hay garantías de estabilidad a largo plazo.
Uno de los errores más frecuentes es pensar que cuantos más ingresos se tengan, mayor será la seguridad económica. Nada más lejos de la realidad. Sin control del gasto, sin una planificación fiscal adecuada, sin hábitos de ahorro y sin una diversificación sensata de los ingresos, incluso una fortuna puede desvanecerse en cuestión de pocos años. Este espejismo de abundancia perpetua ha arrastrado a más de una figura pública al borde del abismo financiero.
En el caso de los deportistas, esta realidad se acentúa aún más. Sus carreras profesionales, aunque exitosas, suelen ser breves. Una lesión, una bajada de forma o simplemente el paso del tiempo pueden poner fin a los ingresos elevados con la misma velocidad con la que llegaron. Por eso, es esencial prepararse para lo que vendrá después, cuando ya no estén en el foco mediático ni generando los mismos ingresos. Saber invertir con prudencia, contar con un plan de pensiones desde los primeros años de carrera y formarse más allá del deporte son decisiones que marcan la diferencia entre una jubilación tranquila y una caída abrupta.
Otro aspecto clave es saber rodearse de personas adecuadas. En ocasiones, deportistas, artistas o personas con ingresos altos confían en asesores sin experiencia o, peor aún, con intereses poco transparentes. La educación financiera también proporciona criterios básicos para saber a quién confiar la gestión del dinero, cómo leer un contrato, o cómo evitar inversiones arriesgadas que suenan demasiado bien para ser verdad.
¿Qué podemos hacer desde la sociedad?
Desde Edufinet, defendemos que la formación financiera debe empezar en etapas tempranas: en colegios, institutos, centros deportivos, universidades y cualquier entorno donde haya potencial de ingresos altos o irregulares.
La alfabetización financiera no solo ayuda a gestionar el dinero, sino que empodera. Da herramientas para decir “no” cuando hay presión para gastar, para prever lo que vendrá, para identificar estafas, y para proteger el fruto del esfuerzo.
Además, promover programas que combinen finanzas personales con educación emocional, orientación vocacional y desarrollo de habilidades transversales es clave para que casos como el de Delonte West no se repitan.
Hoy, Delonte West continúa luchando por reconstruir su vida. Su historia, aunque desgarradora, puede servir como catalizador para abrir un debate más profundo sobre cómo acompañar a quienes están en situaciones vulnerables a pesar de haberlo tenido «todo».
Porque en realidad, tener dinero no es lo mismo que saber administrarlo. Y ahí es donde la educación financiera se convierte no solo en una herramienta, sino en una forma de protección social.